Un acalorado debate ha envuelto lo que suele ser un rincón arcano de la política de inmigración: la visa H-1B para extranjeros con títulos universitarios. Sus defensores dicen que la visa es un flujo esencial pero insuficiente de talento global para empleos difíciles de cubrir, empleos que durante mucho tiempo han sido parte del alma de la economía estadounidense. Los críticos dicen que los titulares de visas están robando empleos a los trabajadores estadounidenses y haciendo bajar los salarios. Los insultos que ambos partidos presionaron en las redes sociales enmascaran su acuerdo de que el programa H-1B no está funcionando tan bien como debería.
Creada en 1990, la H-1B es una visa patrocinada por el empleador que permite a extranjeros con «conocimientos altamente especializados» trabajar en Estados Unidos por hasta seis años. Las empresas de tecnología y los consultores de TI se encuentran entre los principales destinatarios. Cada año, una lotería gubernamental otorga 65.000 plazas a solicitantes con título de licenciatura y otras 20.000 a aquellos con títulos avanzados (las universidades y organizaciones sin fines de lucro están exentas de estas restricciones). La asignación al sector privado suele completarse en unos días.